Hay  realidades que nos gritan. Dos guerras, en Europa llamadas mundiales, aunque dejaran la mitad del mundo fuera, y casi  seguidas, gritaron duro. No bastó una, tuvieron que ser dos, ¡tan sordos estábamos¡  para que Europa se uniera. Pues el coronavirus está que grita por todo el mundo y parece que no se nos ha quitado la sordera. Primer grito:  somos una familia humana y dependemos unos de otros. Lo que pasa en China pasa en el cuarto contiguo de nuestra casa común, y pasa en  EEUU, aunque no quiera Trump.

Segundo grito: nos creíamos fuertes, todopoderosos, teníamos al mundo dominado a nuestros pies, pero resulta que un microscópico virus nos ha puestos a sus pies. Nos ha encerrado a 2.800 millones de habitantes en nuestras  casas, hombres, mujeres y niños, ricos y pobres, políticos  y ciudadanos, ha parado nuestras industrias,  cerrado  restaurantes, y hoteles convertidos en hospitales, cancelado todos los vuelos, y cortado el 90% de la circulación, y lo peor, ha llenado los hospitales, clínicas y otras estructuras levantadas en los pabellones deportivos, para acoger a los enfermos, que no cabían en los hospitales, y estamos llegando a los 100.000 fallecidos en el primer mundo, en el mundo desarrollado. Qué pasará en África y América del Sur y la India, y el Medio Oriente , cuando se expanda?. Dios quiera que  hayan aprendido algo de nosotros y tengan menos fallecidos. Qué nos grita? La humanidad es vulnerable,  es  débil y frágil, un virus de nada la pone en peligro.

Tercer grito: no lo sabemos todo, o mejor, nos queda muchísimo por saber. Todos los países, desde China a EEUU, pasando por Europa, estamos luchando contra un enemigo poderoso y peligroso, que no conocemos de nada. Estamos descubriendo un poco cómo es, pero solo un poco. No sabemos qué armas tiene, como no lo conocemos no sabemos cómo atacarlo y por dónde. Actuamos un poco o mucho a ciegas. “ El virus nos dejará un mensaje..Podemos dominar muchas cosas, pero no la naturaleza,.. somos más frágiles de lo que pensamos” (La Vanguardia, Barcelona  20 de Abril del 2020”).

¿Qué nos dicen estos gritos tan fuertes, tan estridentes, pero tan claros? Que estamos juntos con un destino común, y en una casa común, y por otro lado, que somos frágiles y estamos ante un  enemigo poderoso, que ha puesto de rodillas al mundo entero y que no conocemos. Nos está diciendo únanse, borren  fronteras, borren colores de piel y colores  políticos, planifiquen juntos los ataques, pásense la información que tengan sobre el virus, no se la guarden. Pero únanse, no solo con los del Norte, con todos, los del Sur también, y los del medio, no compitan por quién va a conseguir antes el arma que nos haga inmunes, compartamos información y antes llegaremos a conseguirla, para ponerla al alcance de  todos. Como dice algún político: “debemos abrir las fronteras del entendimiento y la cooperación, decidir juntos y actuar conjuntamente” (La Vanguardia, Barcelona  25, Marzo 2020).

Pero para todo esto necesitamos organizaciones mundiales fuertes. A problemas globales, soluciones globales: revitalizar la ONU que nació después de la gran desgracia de las dos guerras, y que le quitó legitimidad el presidente Busch al irse a la guerra de Irak sin consultar con ella, o como hace ahora el presidente Trump, que le quita los recursos a la OMS cuando más los necesita el mundo. ¿Cree que solucionando el problema del coronavirus en  Nueva York ya venció? Mientras haya un  pueblo en el mundo con este virus el mundo está en peligro.

Yuvai Noah Harari, famoso historiador y filósofo, dice: “Espero que los medios de comunicación y los ciudadanos en países diferentes presionen a los gobiernos para que piensen globalmente acerca de esto, y para que actúen con un espíritu de solidaridad global” (La Vanguardia, Barcelona 19 de Abril del 2020). Lo que decimos al interior de los países  y parece que vamos cumpliendo (“Juntos saldremos adelante”), lo tenemos que decir y vivir globalmente. Si no, seguiremos perdidos.

P. Francisco Muguiro Ibarra, SJ

Manresa, Barcelona.  22 de abril del 2020

La fotografía fue tomada José Aaron García Távara al exterior del Hospital Santa Rosa de Piura.