La pandemia no solo ha puesto en evidencia los grandes desafíos en el sector salud, también que la informalidad laboral ha contribuido directamente con el alto número de casos y muertes. Debemos, entonces, hacer la tarea como país y mejorar la salud y el empleo, por no mencionar nuestra frágil educación escolar.

¿Qué más nos ha mostrado la pandemia? El mal llamado “distanciamiento social” nos ha obligado a mantenernos alejados unos de otros. No solo en los bancos se respeta la fila, sino también en farmacias y tiendas. Ya no nos lanzamos todos al mismo tiempo y por encima de los demás a hacer nuestro pedido. Ahora hay cola y cada quien espera su turno ¡Gracias, COVID-19! ¿Cuánto durará este respeto a la fila? ¿Se irá con la pandemia? Ojalá que no. Que se acabe la pandemia, pero que queden los buenos aprendizajes.

¿Hay algún otro nuevo aprendizaje de convivencia en el espacio público? Lamento admitir que me cuesta encontrarlo. Después de algunos meses de confinamiento y restricción, el tránsito volvió a su acostumbrada rutina de desorden y ausencia de respeto a las normas. Como suele decir una amiga extranjera, el peruano parece tener dos personalidades: al volante, violento e irrespetuoso; lejos del volante, amable y acogedor.

¿Qué hay en la cabeza de alguien que sin remordimiento lanza un papel a la calle, o deja caer la envoltura de la golosina que ahora disfruta, o arroja desde su vehículo último modelo una cáscara de plátano a la vía pública? No hemos aprendido mucho en este último tiempo sobre el cuidado del espacio público. El vendedor que impunemente oferta sus productos megáfono en mano contamina el ambiente con un ruido despiadado. La autoridad brilla por su ausencia o es incapaz de contener semejante caos ¿Por qué es tan común que la gente orine en las calles de la ciudad? ¿Qué hemos hecho con nuestra convivencia ciudadana que permite que tantos varones empleen el espacio público como un gran urinario? ¿Es el problema la ausencia de baños públicos o la mala educación?

La ausencia de respeto al espacio público refleja una carencia fundamental en nuestra formación ciudadana. No sentimos que el espacio público sea algo nuestro. El proceso de rápida urbanización y crecimiento dejan rezagada la educación de la conciencia ciudadana que debe incorporar ese espacio común como parte de sí. La falta de cuidado por el espacio público lleva a un deterioro de las relaciones humanas. Si en la tienda paso por encima de quien está delante de mí, muestro mala educación y falta de respeto por el otro. La persona queda invisibilizada y anulada. Esto que parece insignificante tiene repercusiones importantes en la construcción de ciudadanía y de un proyecto de nación, es decir, la capacidad de reconocernos como iguales y mirar todos en la misma dirección. De cara al bicentenario, pongamos atención a estas cosas pequeñas que tienen repercusiones grandes.

Artículo publicado en el Diario Oficial El Peruano el 17/09/2021 y en la web de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya