El norte del país atraviesa una situación de emergencia: Lluvias torrenciales, tormentas, inundaciones, desbordes de ríos, caseríos aislados, exposición a enfermedades, árboles caídos en plena ciudad, cortes de luz y agua. Algunos dirían que la naturaleza se ha ensañado con nosotros. Sin embargo nosotros sabemos que toda esta situación no es culpa de la Madre Naturaleza, sino que se pudo haber previsto. Yo era un niño cuando vi imágenes del Fenómeno del Niño del 83 que me impactaron y hoy me toca ver de cerca que pese a que el país no es el mismo de entonces y que según las revistas especializadas gozamos de una situación económica “envidiable” a los ojos del mundo, nuestras ciudades siguen colapsando, los pobres son cada vez más pobres y están más desamparados, y las autoridades no incluyeron en sus planes de trabajo de los últimos 30 años ninguna previsión al respecto.

Y la crisis parece haber sacado lo peor de nosotros como sociedad. Todos hemos sido testigos a través de las imágenes de cómo gente de clase media se arrancha las botellas de agua en los supermercados sin pensar en aquellos que sí viven el día a día sin agua, sin luz y en condiciones infrahumanas. Y nuestros políticos en lugar de unirse para reconstruir el país ponen trabas y aprovechan el momento para su beneficio. Se nos hace evidente a todos que el dinero destinado para infraestructura no ha sido invertido siempre del mejor modo. O que seguimos votando por los que construyen obras visibles y llamativas y no por planes de trabajo que nos garanticen seguridad sobre todo para los más vulnerables.

Pero quizás no hayamos perdido del todo esta oportunidad histórica de sacar lo mejor de nosotros mismos. Dejemos de pensar en nuestro propio beneficio y pongamos en primer lugar a aquellos que más lo necesitan. Sepamos ser solidarios. Salgamos de nuestras burbujas de seguridad y dispongámonos a dar una mano, a escuchar y acompañar a los que sufren más. A veces citamos la Biblia para nuestra conveniencia, pero los cristianos de verdad no deberíamos olvidar que si hay algo que se repite cientos de veces en el Antiguo y Nuevo Testamento es el mandato de Dios a servir a la viuda y al huérfano, a dar acogida al peregrino, a ser el buen samaritano de nuestro prójimo. Es decir, a defender la vida en todas sus instancias.

P. Víctor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica de Piura
Publicado por el Diario La República (18/03/17)