En estos casi doscientos días de estado de emergencia por la pandemia, hemos tenido tiempo de reflexionar sobre lo que adolecemos como país para que vivamos en una democracia realmente inclusiva, en la que todos y todas tengamos las mismas oportunidades. Al analizar diferentes circunstancias en la vida social, política y económica del Perú encontramos que existen muchas carencias vinculadas con el desinterés por las humanidades.

En su libro Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Martha Nussbaum afirma que hay una crisis global en materia de educación que pone en peligro el futuro de la democracia. Para la filósofa norteamericana, el creciente desinterés en una formación humanística está produciendo ciudadanos que no saben integrar las facultades internas del pensamiento, la imaginación y la emoción, herramientas fundamentales para concebir las relaciones entre individuos como relaciones complejas en lugar de meros vínculos de manipulación y aprovechamiento. Esto, según indica, lleva al fracaso de la democracia, “pues esta se basa en el respeto y el interés por el otro, que a su vez se fundan en la capacidad de ver a los demás como seres humanos, no como meros objetos”.

Las humanidades y las artes forman en las personas capacidades necesarias para construir una democracia madura y sólida, tales como el pensamiento crítico y la empatía, entendida esta última como aproximación compasiva al otro. El pensamiento crítico es el resultado de un conocimiento amplio y reflexivo de la filosofía, la historia y las ciencias sociales, mientras que la empatía se forja en el cultivo de la literatura, la teología y las artes. En palabras de Martin Buber, cuando el individuo reconoce al otro en toda su alteridad, como se reconoce a sí mismo, es posible imaginar personas y sociedades maduras.

Una forma de hacer política que anteponga intereses particulares al interés nacional del bien común solo puede conducirnos al despeñadero; por esta vía ningún país terminará de convertirse en una nación: gente unida por una visión y un horizonte común. Una mirada común debería ser el eje que aglutine todos los esfuerzos de los hombres y mujeres de buena voluntad para que logremos superar todos los desafíos que hemos identificado y llegar al Bicentenario de la Independencia Nacional con las bases para una democracia fuerte e inclusiva.

Apostemos tenazmente por una educación de buena calidad como el mejor antídoto contra la corrupción, el desdén por el bien común, la dictadura de emociones desbocadas y la ausencia de sentido común. Esta educación debe ser técnica y científica, pero también humanística. Debemos formar a nuestros jóvenes hoy para que desarrollen las capacidades de empatía, sentido crítico e interés en el bien común. Y debemos motivarles para que los mejores entre ellos se interesen en la política. ¿Será posible soñar con un Perú mejor?

P. Edwin Vásquez, SJ
Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Publicado el 24/09/2020 en el Diario Oficial El Peruano