Más de 30 años han pasado para que volvamos la clasificación a un mundial de fútbol. Es más o menos el mismo tiempo que ha transcurrido desde que un Papa nos visitó, Quienes formamos parte de mi generación, éramos unos churres (que en piurano quiere decir chiquillos), pero ambos acontecimientos quedaron marcados en nuestras retinas para siempre. Desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente y el Perú en el que vivimos hoy es bastante diferente del que nos tocó ver mientras crecíamos. El tiempo puede ayudarnos a darle una mirada a nuestra propia historia personal y colectiva con la distancia suficiente para poner las cosas en su sitio y poder observarlas con justeza.

El Perú que vio por la tele a Oblitas y compañía entonar el himno nacional en España 82, y que llenó el Hipódromo de Monterrico para escuchar a Juan Pablo II era un Perú que viviría por más de veinte años la peor experiencia de violencia interna de su historia republicana, que se vería en una de sus mayores crisis políticas y económicas, que vería como sus ciudadanos cruzaría sus fronteras buscando mejores posibilidades porque parecía que no haber futuro. Y sin embargo fue un país que no perdió la esperanza.

Treinta años después podemos vivir de modo más tranquilo, pero la seguridad ciudadana sigue siendo uno de nuestros problemas. Aunque en términos económicos hemos mejorado, seguimos viviendo de espaldas a los más necesitados y excluyendo a los más pobres. Nuestra política sigue siendo frágil y empapada de corrupción. Y sin embargo sigue siendo un país que cree. Hoy el fútbol nos ha vuelto a unir, más allá de nuestras diferencias. Ojalá la visita del Papa sea también ocasión para unirnos, para mirar juntos con esperanza a nuestro país, para que podamos juntos trabajar en los cambios necesarios para que el Perú sea un lugar mejor, más seguro, más justo, más solidario.

P. Víctor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica de Piura
Publicado por el diario La República (18-11-2017)