inmemoriam

El P. Carlos Echávarri falleció el 1° de mayo de 1994, en San José de Tiabaya, Arequipa, a los 63 años de edad, 47 de Compañía, y 32 como sacerdote. Desde que llegó al Perú en 1968, trabajó incansablemente al servicio de los pobres de la Vicaría de San José y Pampas Nuevas, en el distrito de Tiabaya, Arequipa.

Carlos sufrió un infarto masivo en momentos en que bendecía la colocación de la primera piedra de la instalación del servicio de desagüe de San José de Tiabaya, a las 2 de la tarde. “Yo bendigo esta obra porque traerá el desarrollo para este pueblo al cual yo tanto quiero”. Murió en el trayecto al Hospital Nacional del Sur donde era llevado por el alcalde de Tiabaya.

Un poblador de Tiabaya, presente en el velorio, expresó lo siguiente: “Yo creo que Dios no pudo escoger mejor fecha para quitarnos al P. Carlos. Él ha muerto en el día de San José de Tiabaya, por lo tanto siempre lo tendremos presente. Todo lo que tenemos de lo debemos a él. Para un gran hombre, una muerte especial.”.

La misa de exequias fue presidida por Mons. Fernando Vargas, y luego fue enterrado en el Presbiterio de la Iglesia, junto al altar. (De las Noticias de la Provincia de esa fecha)

PALENCIA ÁNGEL

El P. Angel Palencia de la Torre SJ falleció el 2 de mayo del 2009, a los 73 años de edad, 55 de Compañía y 42 como sacerdote.

“Era un jesuita disponible, en todo momento y para cualquier ocasión; un compañero que confiaba cuando se pensaba en él, que aceptaba con el mayor ánimo porque creía, porque su fe era más fuerte que los desafíos, o las dificultades. Como lo ha mostrado en este tramo final, afrontando su propia limitación y superando problemas críticos hasta lo increíble.

Ángel estuvo al inicio de momentos claves de nuestra Provincia como el Survey del P. Arrupe, la casa de Ayacucho o las pensiones escalonadas de los Colegios. O dando seguimiento a otras muchas tareas, sobre todo en momentos difíciles. Fue Maestro de Novicios, Delegado de Educación, Consultor, Rector de Piura y la Inmaculada, Superior de Trujillo y por 25 años dedicado a la Universidad del Pacífico.

Era matemático por estudios, aunque de lo que más entendía era de responsabilidad, de dedicación extrema si era necesario, que nos podía resultar impaciencia, pero en el fondo era por pura entrega. De hecho, apasionado en la misión, buscando siempre y asumiendo lo que le pedían. De su buen humor se acuerdan hasta sus compañeros de noviciado, como el P. General. Gracias a él supimos mucha historia de la Compañía, por sus conversas entretenidas y amenas que nos llevaban de un lado al otro, recorriendo épocas y personajes, haciendo nuestro su mundo. Aunque no lo hubiéramos vivido, lo que nos contaba terminaba siéndonos familiar. Ángel nos ayudaba a apreciar la vida de los demás y sus gracias. Conocía la vida de los santos y sabía rescatar sus genialidades. Le parecerá curioso verse ahora dentro de ese grupo y, como ellos, de los que llevaron al extremo las cosas de Dios, de los que se fiaban y se atrevieron a ir más allá con la propia vida, dándolo todo. Y hasta les podrá contar detalles de los que ni ellos mismos se habían dado cuenta. Le agradecemos a Dios por el buen compañero de Jesús que fue Ángel. Nos enseñó a mirar con humor las cosas, a cuidar pequeños detalles, a no dejar tareas pendientes, a ser dinámicos en el trabajo, a estar dispuestos a ir donde más se necesita. A vivir la vocación universal del jesuita, sin duda”. (De la nota escrita por el P. Socio en 2009)