Por Francisco Muguiro, SJ

A todas las personas que son de nuestro entorno familiar o amical les extrañamos cuando nos dejan, y si ese dejarnos es para siempre, más. Y el cuánto se les extraña depende de lo que hayamos depositado en ellas y ellas en nosotros. Los padres pueden ser modelos de lo que podemos extrañar, porque en definitiva ellos han sido parte de nosotros y nosotros parte de ellos. Pero con otras personas es más difícil, porque no conformamos esa unidad natural que nos da el haber sido hechos por ellos y criados y educados y queridos por ellos.

Pero ¿cómo ha sido Vicente (1936-2011) como amigo, como sacerdote jesuita, como consejero, como jefe, como compañero, como fundador del CIPCA, de Radio Cutivalú de Piura, y de la Universidad Ruiz Montoya de Lima, para que notemos tanto su falta? Ha habido muchas personas, laicos y jesuitas, que me han dicho varias veces. “A Vicente sí que lo extraño” y esto nos lleva a volvernos a hacer la pregunta: ¿cuánto de lo más querido de nosotros habíamos depositado en Vicente y cuánto de él había depositado Vicente en nosotros? Depositar algo querido nuestro, no lo hacemos con cualquier persona, pero Vicente tenía acogida profunda a la persona, que a la vez se envolvía en cercanía y en cariño. Esas cualidades hacían que uno se sintiera escuchado y atendido. Por eso lo extrañamos.

Pero, además, Vicente tenía capacidades de organizador, y con la misma fuerza, convicción y claridad te organizaba un CIPCA (Centro de Investigación y Promoción del Campesinado) en los campos de Piura, que una Universidad Antonio Ruiz de Montoya en un barrio céntrico de Lima. Y lo mismo hablaba con intelectuales o empresarios, que con alumnos y campesinos, y entablaba amistades a todos los niveles. Estas cualidades humanas las vivía en profundidad por su ser de filósofo, y tengo que reconocer que pocas veces se encuentra un filosofo tan humano o un humano tan filósofo.

Muchas veces nos faltan en la vida sueños por los que vivir, no solo con alegría sino con entusiasmo y creatividad. Creo que Vicente ha alimentado los sueños de muchos de nosotros y creo también que ha muerto a los 75 años lleno de sueños, pero de sueños que en parte hacía realidad y de los cuales nos hacía participar. En este mundo, que nos corta los sueños con la pesadilla de los fundamentalismos del mercado, de los capitales transnacionales, de las bolsas de valores, que nos predican que fuera de la economía nada tiene sentido, y que manejan nuestras economías sin poderlas controlar nosotros mismos, necesitamos muchos Vicentes que nos digan y nos hagan vivir que hay muchas más esperanzas en los corazones e inteligencias del conjunto de la humanidad, de hombres y mujeres de todo tipo y de toda raza. Por eso Vicente te extrañamos, pero tú esperas que tus sueños, los que has sembrado en cada uno de nosotros, se concreten en realidades. Será la mejor manera de recodarte.

Vicente Santuc, requiem por un maestro: compártenos tus recuerdos >>