Llevamos semanas siendo testigos de un espectáculo lamentable en el que quienes se supone son los responsables de cuidar y proteger la ley y el derecho en nuestro país han mostrado su verdadero rostro: el de la corrupción, que parece no dejar títere con cabeza en esta especie de pesadilla política de la que no podemos despertar. Al escándalo todavía reciente y en proceso del caso #LavaJato que involucra a la constructora Odebrecht, a diversos empresarios y que arrastra consigo a varios expresidentes, se suma ahora el caso #LavaJuez, en el que los magistrados del más alto rango intercambian favores en beneficio de sus propios intereses, cobran millonarias sumas por resoluciones, mienten y justifican sus mentiras sin ningún bochorno en televisión nacional e incluso son capaces de rebajar penas a violadores de niñas menores de edad. Es como si cada día pensáramos que ya no se puede caer más hondo y, sin embargo, un nuevo audio nos demuestra que sí, que todavía podemos hundirnos más en este miasma en el que se ha convertido el sistema judicial, político y legal de nuestro país.

Algo que me preocupa sobre manera en medio de esta crisis es el legado que les estamos dejando a las generaciones más jóvenes. La corrupción nos ha explotado en la cara con casos mediáticos, pero lo que hemos visto y escuchado no es nuevo en nuestra historia. Ya Alfonso W. Quiroz nos lo narra en Historia de la Corrupción en el Perú, es un mal que nos aqueja desde la época de la colonia. Siendo incluso aún más críticos con nosotros mismos, basta mirar a nuestro alrededor y revisar nuestros propios actos, para caer en la cuenta de que convivimos con la corrupción, que muchas veces la dejamos pasar mirando a otro lado y, en otras ocasiones, aplaudimos a quienes consiguen éxito a través de ella, y que no en pocos momentos nosotros mismos participamos de ella. Cómo hacemos entonces para demostrarles a los que vienen detrás nuestro que la corrupción no es buena, que no es el camino del éxito, que no nos hace mejores personas. Cómo les transmitimos que una falta ética es lo suficientemente grave, que atenta contra lo más humano de nosotros mismos y que no construye sociedad, sino que por el contrario, corroe sus raíces. Tenemos que refundar nuestra sociedad moralmente, se lo debemos a los más jóvenes, estamos en deuda con ellos.

P. Victor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica de Piura
Publicado por el diario La República (05-08-2018)