¿Es la igualdad social solo una ilusión? Es verdad que una mirada a la historia de la humanidad podría persuadirnos de que la igualdad es, en efecto, un bien irrealizable, una aspiración que los seres humanos somos incapaces de alcanzar. Porque la desigualdad ha atravesado todas las etapas de la historia y se mantiene imperante en nuestro tiempo, a pesar de que en sociedades capitalistas como la nuestra muchos puedan tener un poco más de recursos. Así nos lo han enrostrado nuestros vecinos chilenos al protestar contra su sistema económico, el mismo que se suele invocar como modelo de éxito para el nuestro.
No es verdad, sin embargo, que la desigualdad social nunca haya retrocedido en la historia. Incluso sin considerar el testimonio de sociedades tradicionales con un mayor nivel de igualdad que las modernas, ha habido épocas en la historia de estas últimas en las que ciertas decisiones políticas han logrado una mayor igualdad. Es el caso de la Francia postrevolucionaria, de la Europa del “estado de bienestar” o, hechas las sumas y restas correspondientes, del Perú posterior a la reforma agraria. Elevar los índices de igualdad social – lo que no se reduce al aspecto económico, sino que incluye también el reconocimiento de los derechos humanos – sí es, entonces, posible. Solo hace falta que nuestra vida política sea conducida por personas capaces de tomar las decisiones adecuadas dentro del marco democrático que nos sostiene.
Pero para que la búsqueda de igualdad entre en la agenda política hace falta que los ciudadanos nos creamos de verdad que una sociedad más igualitaria es posible. El escepticismo frente a ello no solo engendra actitudes conformistas. Con frecuencia, aunque no lo advirtamos, nos lleva a reproducir las estructuras desiguales que hemos heredado.
P. Deyvi Astudillo, SJ
Responsable de Vocaciones Jesuitas
Publicado el 10/12/2019 en el Diario La República
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