La Iglesia en América Latina se prepara para un acontecimiento importante: la realización en octubre de una asamblea de obispos para tratar la problemática eclesial y social de la Amazonía, lo que llamamos Sínodo Panamazónico. Se trata de una reunión especial porque vincula a iglesias locales de todo el territorio amazónico en torno a desafíos comunes, y porque algunas de sus propuestas podrían tener efectos en la vida de la Iglesia en general. El Vaticano ya ha publicado un documento preparatorio para este sínodo (Instrumentum Laboris).

Un tema emerge con bastante claridad en los debates previos al sínodo: la falta de sacerdotes para atender a las comunidades cristianas de la Amazonía. Si la falta de vocaciones sacerdotales es ya un desafío en los centros urbanos del continente, lo es con mayor fuerza en las zonas rurales. De allí que se plantee la discusión acerca de cuáles podrían ser las reformas a introducir en la organización de la vida sacramental de la Iglesia para atender mejor a estas iglesias. El problema no es menor, porque teniendo los sacramentos un lugar fundamental en la vida cristiana, ¿cómo podría promoverse el conocimiento del Evangelio y la formación de comunidades sin poder ofrecer el Bautismo, la Eucaristía, la Reconciliación y demás sacramentos?

Es sabido, a este respecto, que desde hace mucho tiempo se discute en la Iglesia sobre dos propuestas (las que no solo tienen que ver con necesidades contextuales sino también con la comprensión en sí del servicio “ministerial”): la ordenación sacerdotal de varones casados y la ordenación diaconal de mujeres. Sobre el primer punto, no existen, ciertamente, razones teológicas que impidan el acceso de varones casados al sacerdocio, tal como de hecho curre en las iglesias católicas de oriente. El vínculo entre responsabilidades matrimoniales y sacerdotales en la vida concreta parece ser, sin embargo, un tema a explorar mejor en nuestro contexto social. Por otra parte, en relación al acceso de mujeres al diaconado (ministerio que se limita a algunos sacramentos), habría que decir con objetividad que la propuesta exigiría, por razones más que todo históricas, cierta audacia de parte de la Iglesia, no habiendo, sin embargo, razones teológicas determinantes para impedir ello.  

P. Deyvi Astudillo, SJ
Responsable de Vocaciones Jesuitas
Publicado el 5/8/2019 en el Diario La República