Hace poco un ex alumno jesuita me escribió un poco frustrado, está estudiando una carrera sumamente exigente, y él es además un alumno dedicado, estudioso. Y aunque puso todo su esfuerzo no aprobó un examen clave. De pronto sintió que todo se le derrumbaba alrededor y se comunicó buscando apoyo emocional. Se me ocurrió hablarle de Pedro Gallese, el arquero de la selección. Le recordé cómo después del 5-0 frente a Brasil todo el mundo se le echó encima culpándolo de la goleada, las redes sociales lo fulminaron. Y sin embargo en el partido siguiente su arco quedó intacto. Frente a Chile lo paró todo y hasta tapó un penal casi sin despeinarse. En cuanto le volví a contar la historia de la remontada de Gallese, cosa que él sabía mejor que yo, pero que en su momento no había visto como una enseñanza para su vida, este joven universitario entendió todo, se calmó, se quedó tranquilo y hasta motivado. Pasó de estar derrumbado a sentir que lo podía todo. Se dio cuenta que él también podía ser Gallese, que él también podía cambiar el curso de la historia, que podía volverse a levantar.

El impacto que puede causar nuestro seleccionado es similar al que puede causar la futbolista estadounidense Megan Rapinoe, capitana de la selección campeona de fútbol femenino a nivel mundial. Ella es conocida no solo por los goles que cosecha partido tras partido sino porque se ha convertido en una voz de protesta frente al papel abusivo e insultante que cumple el presidente Trump. Rapinoe es capaz de hacer una reflexión que parte desde la experiencia del fútbol hasta el sentido de hacernos ciudadanos responsables de nuestros actos y de nuestras palabras para poder construir una sociedad mejor. Hoy, niños y niñas, adolescentes y jóvenes tienen dos ejemplos de sanos liderazgos que vale la pena seguir. El fútbol nos da alegrías, nos da goles, y también nos da ejemplos de vida, de aprendizaje, de sentido.

P. Victor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica Jesuita de Piura
Publicado por el Diario La República (17-07-2019)