Hace seis años, Jorge Mario Bergoglio SJ se convirtió en el papa Francisco y desde entonces la Iglesia Católica no ha sido la misma. Quizás necesitemos todavía mucha distancia histórica para analizar las consecuencias reales del impacto del primer papa jesuita y latinoamericano en la historia del cristianismo. Por lo pronto podríamos decir que tiene el carisma de un líder a nivel mundial, con los medios de comunicación pendientes de él, convirtiéndolo en un generador de tendencias, lo que los millennials llamarían un verdadero “influencer”.

Como tal, Francisco es también un personaje discutido. Tiene críticos en el interior de la iglesia, entre los sectores más conservadores que no le perdonan su apertura en algunos temas de orden ético moral sexual, y sus críticas a una vida demasiado acomodada en muchos miembros de la jerarquía eclesiástica. Y desde fuera de la iglesia también hay quienes esperan acciones mucho más concretas en temas complejos como el rol y el lugar de la mujer en la iglesia, los temas relacionados a la homosexualidad y la manera no siempre clara de enfrentar los abusos sexuales por parte del clero.

No les falta algo de razón, pero no debemos olvidar que estamos hablando de un hombre de más de 80 años, hijo de su tiempo, y que sin embargo ha dado pasos significativos hacia una iglesia más dialogante, que no teme enfrentarse a los más poderosos, que dice lo que piensa, que reconoce sus errores, que ha generado en creyentes y no creyentes una luz de esperanza, en que la iglesia católica finalmente puede ser un espacio más cercano a lo que Jesucristo siempre quiso, donde los vulnerables tengan la prioridad.

P. Victor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica Jesuita de Piura
Publicado por el Diario La República (18-03-2019)