Hace poco fui al cine a ver Infinity War, la película más reciente de la franquicia de los Avengers. Entre los más jóvenes no he escuchado hablar de otra cosa que no sean referencias a los detalles de la historia y las redes sociales se han visto invadidas de memes haciendo alusión a la trama de los superhéroes del universo cinematográfico de Marvel. Y sin ánimo de arruinarle la fiesta a los que todavía no la han visto, el final desconcertó a todos. Sin embargo, sabemos que habrá una segunda parte y ya circulan diversas teorías que explican cómo Iron Man y compañía podrían cambiar el desenlace.

De pronto ya no estamos hablando solo de una película de Hollywood sino de un tema fundamental en la filosofía y teología occidental desde tiempos inmemoriales: la confrontación entre el bien y el mal. Quizás sin darse cuenta nuestros jóvenes hablan estos días de asuntos relacionados con la experiencia de fe, de encuentro con la trascendencia, y de aquello que supera nuestra comprensión.

Es curioso, sin embargo, que así como conocen tanto sobre estos superhéroes, conocen cada vez menos sobre temas más vinculados a nuestra tradición religiosa. En una de las Eucaristías que celebraba estos días empecé hablando de estas historias basadas en los cómics de Marvel y DC y cuando de pronto pasé a preguntarles sobre lo que acabábamos de leer en los Hechos de los Apóstoles o en el Evangelio de Juan, ya los rostros cambiaban. Confundían algunos personajes e incluso pasajes de la historia. Mientras que esos mismos jóvenes y yo, que somos de generaciones distintas, podemos entendernos cuando hablamos de superhéroes, cuando pasamos al ámbito de la tradición cristiana católica, de pronto se hace mucho más clara nuestra diferencia generacional.

¿Qué se ha perdido en el camino? Podríamos culpar a los jóvenes de ser menos religiosos o de dejarse maravillar por el mundo de películas de acción y en tercera dimensión, pero el problema es más hondo, más serio, más denso. No hemos sabido transmitir con nuevos lenguajes ni de modos novedosos el mensaje de Jesús. Lo que los primeros cristianos sí supieron hacer al hablar en griego, la lengua del momento, y utilizando narrativas que podían ser entendidas por sus lectores, nosotros, los adultos, no estamos sabiendo hablar el lenguaje de los más jóvenes. Ellos, a través del cine que miran, quizás pueden enseñarnos más sobre su fe y sobre la nuestra.

P. Victor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica de Piura
Publicado por el diario La República (5-5-2018)