Sin ánimo de sonar triunfalistas, todo parece indicar que la visita del papa Francisco al Perú ha sido un éxito. Millones de personas fueron a su encuentro, la economía peruana se ha dinamizado de tal modo que los ingresos superan largamente lo invertido por el Estado, y no ha habido medio de comunicación que no haya seguido al detalle sus actividades. Sin embargo no podemos hablar de un verdadero éxito si todo lo vivido estos días se queda solamente en las fotos y el evento como tal. La visita del Papa al Perú adquirirá un verdadero sentido en la medida en que la Iglesia y la sociedad nos pongamos a trabajar a partir de la agenda que Francisco nos ha marcado.

En Puerto Maldonado, el Papa hizo una dura crítica al modelo económico vigente y cuestionó que el Estado solo mire a las poblaciones amazónicas y sus territorios como una despensa. La gran pregunta es ¿qué impacto tendrá este discurso entre nosotros cuando la mayoría de peruanos vivimos de espaldas a la Amazonía? Tanto en Trujillo como en Lima sus palabras sobre lo pelgrosa que es la corrupción que aqueja a nuestra sociedad no deben quedar como anécdota, deben ayudarnos a plantear nuestro modo de ser cristianos y ciudadanos. Lo mismo pasa con su llamada de atención sobre la violencia contra la mujer y la exigencia repetida a los peruanos de saber organizarse para reclamar sus derechos y el pedido de no dejarse robar la esperanza.

Es cierto que también quedaron temas pendientes. Muchos esperábamos que el Papa dijera algo sobre el abuso sexual en el interior de la Iglesia Católica y su caso más notorio en nuestro país, Figari y el Sodalicio, tema al que aludió solo en el avión de retorno a Roma. Para algunos quizás no sea suficiente. Y es real que nunca es suficiente para quienes han sido víctimas de ministros de la Iglesia. Por ello nos toca a todos hacer todo lo posible porque nada de esto se repita, para que no haya más casos de abuso sexual en la Iglesia, para que se denuncie a tiempo, para que se alcance justicia. A la Iglesia y a la justicia local nos toca asumir esa responsabilidad. La línea de lo que nos toca seguir a los fieles, a quienes creemos y a quienes no se reconocen como creyentes, pero a los que el discurso de Francisco les ha dicho algo significativo, ha sido trazada por sus gestos y por sus palabras, ahora nos toca a nosotros marcar cómo caminamos y qué pasos vamos dando.

P. Víctor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica de Piura
Publicado por el diario La República (03-02-2017)