Tres ex presidentes procesados por la justicia y algún otro con un historial poco esperanzador es una realidad que supera toda ficción posible. La corrupción en nuestro país ha alcanzado las instancias más altas del poder. Los líderes que hemos elegido a lo largo de los años para representarnos no son un ejemplo a seguir para nadie. ¿Qué hacemos frente a la corrupción entonces? Varios jóvenes me han comentado en las últimas semanas su desazón con la política peruana. ¿Qué nos toca hacer como creyentes? En su momento los teólogos de la liberación decían que no se podía evangelizar a los pobres si no se trabajaba por mejorar sus condiciones de vida. Quizás cabe preguntarnos ahora: ¿Cómo podemos hablar de Dios en tiempos de corrupción?

 Nuestro discurso sobre Dios no tendrá ningún asidero en el espacio público ni privado si es que no defendemos la justicia y hacemos algo para trabajar contra la corrupción. Debemos partir del principio de que nuestras vidas de creyentes no pueden estar disociadas de nuestra vida ordinaria. Por alguna razón muchos de quienes se reconocen como católicos viven su fe por estancos. Es decir que les parece suficiente con ir a misa los domingos, cumplir con algunos rituales y sacramentos para estar en buena relación con sus conciencias, mientras que la vida de trabajo, de negocios, de relaciones interpersonales y laborales ocupa otro espacio, en el que no se respeta ningún código de ética ni moral con tal de conseguir beneficios personales o corporativos. En otras palabras, estoy bien con Dios en el templo y fuera de él me aprovecho sin pestañear de los hijos de Dios.

 Como creyentes nos toca tratar de ser coherentes y tratar de inspirar a los demás a hacer lo mismo. Si yo no tengo duda alguna en ofrecer una coima o si me aprovecho de mis influencias para conseguir beneficios, entonces yo soy parte del problema. Ir un paso más allá sería plantearnos una teología que responda a esta realidad. Los cristianos, hombres y mujeres de fe, tenemos que reflexionar juntos de qué modo el Evangelio puede ser hoy verdadera buena noticia para otros. Como ciudadanos creyentes tenemos un rol en esta sociedad. Nos toca actuar no solo a nivel personal, sino también a nivel colectivo, nuestra participación política importa. Quizás si miramos con atención el actuar de Jesús podamos transformar esa especie de indiferencia por el otro que parece tan enraizada en nosotros y que está en el fondo de esta crisis moral que vivimos.

P. Víctor Hugo Miranda, SJ
Coordinador de la Plataforma Apostólica de Piura
Publicado por el diario La República (22-07-2017)