Desde hace mucho tiempo tengo el convencimiento de que el vivir en paz es una de las expresiones más genuinas de la felicidad. Todos nos valemos de diferentes medios para darle plenitud a nuestras vidas, pero creo que solo una paz profunda puede darnos la seguridad de que vamos por el camino correcto. Porque a diferencia de otras experiencias la paz no es artificiosa ni fugaz, es más bien englobante y suele venir a nuestras vidas por temporadas largas. De allí que pretender llenar nuestro tiempo y nuestro espacio con múltiples actividades y cosas no sea camino seguro ni para la paz ni para la felicidad. La paz no se vende ni se compra, solo se busca con esfuerzo y confianza, y se recibe con gratitud.

La paz tampoco es un bien puramente individual, sino que se construye siempre junto a otros. Y no solo es la paz social o política la que depende de nuestras relaciones con los demás, también nuestra paz personal tiene que ver con la paz que otros puedan experimentar. Los seres humanos somos seres interdependientes, lo sabemos desde que nacemos y lo confirmamos cuando nos toca dejar esta vida. Es así que en la tradición cristiana la paz prometida con la llegada el Salvador concierne tanto al individuo como a su comunidad.

Al comenzar este nuevo año quisiera por ello invitarlos a pensar en los seres humanos que por una razón u otra no pueden vivir en paz. Pensemos sobre todo en aquellos que a pesar de sus luchas saben que solo les queda resistir a la violencia, porque la paz no depende de su voluntad. Pensemos en los que viven en pobreza extrema, en los marginados, en los abandonados, en los débiles y de manera especial en los migrantes forzados por la violencia. Dice el profeta Isaías que al venir a nuestras vidas el Salvador será llamado, entre otras denominaciones, “Príncipe de la Paz” (9, 6). Nos toca seguir trabajando, no solo en estos días sino en los que vendrán luego, por una humanidad acogedora de los que sufren. Seguramente, ellos, cual desconocidos reyes de Oriente, también tendrán paz que ofrecernos.

P. Deyvi Astudillo, SJ
Oficina de Comunicaciones – Jesuitas del Perú
Publicado por el Diario La República (07/01/17)