Nota publicada por la revista Domingo
del diario La República (23-09-12). Por Alejandra Cruz.

Todos los días a las seis de la tarde, Milagros Vásquez se sienta en la tercera fila de bancas de la iglesia San Pedro de Lima para atender a la misa. Una vez cada dos semanas llega un poco antes para confesarse. Un hábito que ha cultivado durante décadas. No diremos su edad, tan solo diremos que bromea asegurando: “Yo estuve aquí en esta callecita Azángaro, cuando en 1569 los jesuitas colocaron la primera piedra para su construcción y en 1638 cuando inauguraron la iglesia”.

Pero las tantas veces que se acercó al retablo principal para comulgar, Milagros nunca notó que los cuadros que decoran las columnas frente al altar son de Bartolomé Román, renombrado pintor barroco español. La obra de Román, que data del siglo XVII, es exhibida en museos en Europa y su valor es inestimable. El reconocido Museo del Prado, en España, guarda muchas pinturas de su producción.

La serie de los Siete Arcángeles de Román es la más antigua en América y forma parte de las 1.400 piezas de arte que componen el tesoro de la iglesia de San Pedro –ubicada en la esquina de los jirones Azángaro y Ucayali, en el Centro de Lima– frente al cual caminan desapercibidos los feligreses. En cambio, los turistas y visitantes con “ojos entrenados” sí detectan el valor de las piezas. “He visto pinturas como estas en el museo de Bellas Artes de Sevilla, en París y en Nueva York”, asegura Laura Carter, australiana, al visitar la iglesia como punto turístico obligado.

El padre José Enrique Rodríguez, de la Compañía de Jesús y párroco de la iglesia desde hace cinco años, tiene planes para esas piezas de arte. “Los arcángeles y las obras más valiosas espero algún día retirarlos y llevarlos a un espacio donde se puedan apreciar; porque el templo es un espacio de oración”, dice.

Cuando Rodríguez llegó para hacerse cargo de la iglesia de San Pedro, pronto se dio cuenta de que sus días no estarían dedicados tan solo a la lectura y la oración, sino a la conservación y restauración de las piezas. Los resultados lo han encantado, al punto de querer convertir los pasillos del Colegio de San Pedro (que queda junto a la iglesia) en un museo o galería.

Las figuras aladas de Román son las obras maestras que los feligreses llegan a tener más cerca. Son los primeros de su tipo en América y dieron origen a una de las más importantes iconografías en la pintura cusqueña y virreinal. “Hace unos años fueron parte de una exposición presentada por el Banco de Crédito sobre el culto a las aves en el Perú precolombino, el cual, con la llegada de los españoles, dio lugar a su transformación en ángeles evangelizadores”, cuenta el sacerdote.

Otro de los autores españoles más notables cuyas obras se guardan en San Pedro es Juan de Valdez Leal. “El pincel de Valdez Leal fue uno de los más importantes del siglo XVII. Tiene un estilo absolutamente barroco, naturalista y con tendencia al tenebrismo”, explica Nancy Junchaya, jefa del taller de restauración y conservación de la iglesia.

Los ocho óleos de Valdez sobre la vida de San Ignacio de Loyola, que se pueden contemplar en las naves o pasillos laterales de la iglesia, son una de las dos más grandes y extensas series pintadas sobre lienzo en el siglo XVII. Sus obras hacen parte de las colecciones de algunos de los principales museos del mundo, entre ellos el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

La sacristía

La sacristía de San Pedro, que fue terminada en 1654, “parece el salón de un palacio como el de Versalles en Francia”, según el padre Rodríguez. En su techo, se reproducen escenas de la vida de San Ignacio delimitadas por marcos de madera con pan de oro. De los muros cuelgan cuadros de diversos tamaños y épocas. Sobre las paredes laterales y a cierta altura corre una serie de hornacinas talladas y doradas, y retablos en miniatura con los retratos de los grandes fundadores y patriarcas de las Órdenes Religiosas.

En el fondo, tres lienzos completan la majestuosa colección del salón: la Coronación de la Virgen, El Salvador y la Santísima Virgen. Este último es del reconocido pintor Diego de la Puente, mientras que el primero y otros 15 cuadros de la sacristía (más un retablo que se encuentra en una de las capillas) son obra de su maestro, el italiano Bernardo Bitti, el introductor del estilo manierista en las Américas y uno de los maestros que sentaron bases decisivas en la pintura peruana.

“En las figuras de Bitti no se aprecia el naturalismo, sino por el contrario, la ingravidez de sus telas, sus colores fantasiosos y la ausencia de diferentes texturas de sus paños” (influencia del Greco y Rafael, según los historiadores José de Mesa y Teresa Gisbert). Según el investigador Marín Soria, “por su gran talento artístico no solo fue el pintor principal y exclusivo de la orden jesuita; sino que llegó a ser el mejor pintor del siglo XVI en Sudamérica”.

Los guardianes del tesoro

Tras haber sido expulsados del Perú por Carlos III en 1767, a los jesuitas les fue devuelta la iglesia de San Pedro. Desde entonces ha estado bajo su cuidado.

El templo posee un conjunto de 15 retablos que son el mejor exponente del arte del retablo en Lima entre los siglos XVII y XIX. Todos los retablos presentaban problemas estructurales y de conservación, por lo que en el 2003 se inició su restauración integral en convenio con la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aeci). Así, hasta 2006 se restauraron integralmente los retablos de San Estanislao de Kostka, de la familia de la Virgen, de la Virgen de la O, de San Luis Gonzaga y de San Francisco Javier.

Concluido el proyecto, el taller de conservación fue transferido a la parroquia de San Pedro, que continúa el trabajo con recursos de la Fundación Ignacia R. Vda. de Canevaro y con los ingresos por la celebración de matrimonios.

“La restauración de un solo retablo con todas sus pinturas tiene un costo de aproximadamente S/. 400.000. Pero eso es sin incluir los gastos de la parte química y teniendo en cuenta que nos hacen falta expertos”, dice Nancy Junchaya, jefa actual del taller. De ser una restauración más complicada de lo normal los costos son mucho más elevados.

Su equipo, conformado por otras siete personas expertas en la puesta en valor de lienzos y maderas, trabaja diariamente de nueve de la mañana a dos de la tarde. A ellos se sumarán seis practicantes de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú. Para Junchaya este será un valor agregado aportado por el esfuerzo de la comunidad, pues será una oportunidad para entrenar nuevos restauradores nacionales, ya que actualmente hay muy pocos. Ellos se encargarán de asegurar que se conserven las joyas artísticas que el templo de San Pedro guarda.